sexta-feira, 3 de agosto de 2012

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Justamente éste es el tipo de películas a la que nunca asisto sola. Voy al cine obligada por mis sobrinos, ya que las considero una pérdida de tiempo. Por eso mi crítica será muy parcial.

Batman era un héroe -junto con otros tantos- en las revistas de cuadritos. Nada tengo en contra de las historietas de aquellos tiempos, con la cándida simplicidad de los guerreros. Todo lo contrario.

Lo que me irrita es ver como los productores norteamericanos, se apropiaron de aquellas historietas casi ingenuas, y quieren darle un sentido “actualizado”, mostrando una ensalada rusa de hechos políticos, terrorismo, política del miedo e impotencia social, en una especie de rock del americano loco.

En las películas violentísimas de los años 80, con actores brutales como Sylvester Stallone, Van Damme, Chuck Norris y otros, Hollywood inventó el placer de la sangre, de los cuchillos dentados, de los pechos explotando, y de las ametralladoras fálicas. Era la zafra del cine post-Vietnam, como una venganza por la derrota humillante de los rubios marines, por los debiluchos comedores de arroz. Eran un show pirotécnico de fuerza, para compensar el fracaso en la guerra.


Más tarde –todavía antes del 11 de Setiembre- comenzó la moda de películas sobre la destrucción de New York. Hasta que parecía una sugestión a Bin Laden, que acabó aceptando esa fantasía voluptuosa, satisfaciendo ese extraño deseo de auto exterminio de los americanos.


¿Pero porqué es eso?


Nadie filma París demoliéndose, o Madrid cayéndose a los pedazos. ¿Un film brasilero con el Pão de Açúcar o el Cristo Redentor, desmoronándose como castillo de barajas? Eso es porque la paranoia de los gringos, solo piensa en enemigos.

Ellos adoran ver Estados Unidos invadido por Godzillas, por discos voladores letales, por asteroides, por explosiones tipo Armageddon. En Godzilla (1998) hay una escena igualita a la que sucedió después en el 2001. Una multitud corriendo por la calle, y las Torres Gemelas suicidándose en el fondo.

Osama Bin Laden (el Joker del desierto) no inventó nada. No hizo otra cosa que seguir el libreto que ellos mismos le escribieron.


En este Batman 3, también se dan el placer de masacrar la Bolsa de Valores (como en el cine de Colorado), de explotar el Super Bowl, de ver la ciudad tomada, y el puente de Brooklyn desmoronándose. ¿Por qué es todo eso?


En esta película no está el bueno contra el malo. Habla sobre la libertad del pueblo, pero sin poder disimular un tremendo tufo Republicano. El espectador “disfruta” toda la película con el mal y casi al final, los productores “conceden” el arbitrio de escoger el bien, cuando la tecnología y las escenas, celebran el mal durante toda la proyección.

Al final, por fin llegan unas estúpidas lecciones -propias de Selecciones- defendiendo la familia, la solidaridad y el amor.

En Batman, la política y la policía intentan detener la inmensidad de la corrupción y la criminalidad global. Nadie sabe como hacerlo, pero el cine norteamericano cree que si lo sabe, con sus alegorías paranoicas y lucrativas.



No sé si habrán notado, que no me gustó nadita.



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