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El final de semana lo dediqué a arreglar mi casa. Entre unas carpetas, encontré la fotocopia de mi última carta a Papá Noel (que será la que pondré este año al pié del arbolito).

Se las leo:

Querido Papá Noel:

 

Cómo me gustaría que me trajeras un esposo de regalo!

No quiero que sea una belleza, pero por lo menos, que no me asuste al despertarme a su lado.

Le tiene que gustar la buena música (no hago exigencias de estilo, pero...), entender mansamente que de vez en cuando, me gusta reunirme con mis amigas y amigos sin su compañía, leer más que yo, no fumar, y como máximo, un par de copitas en eventos sociales. Droga ni hablar. Tener un portugués rico es un item fundamental, y español e inglés por lo menos más que básico.

Una cosa de la que no abro mano, es el sentido del humor. Los amargados, contras, quejosos, llorones, negativos, quinta columnas y otras yerbas, por favor los tiras del trineo lejos de casa, o se los das a otra.

Tiene que saber de cine, más que mi hermana vieja, por eso tiene que ser un cinéfilo de primera para que me desasne. Sobre todo cine europeo, más que joligudiano. 

No soy tan exigente así, como para poner como condición innegociable que tenga tremendo home theatre en su casa, aunque no vendría mal.

Y ya que estoy hablando de vivienda, debe ser propietario de una casa bien bonita, y sobre todo en un buen barrio. No es bueno tener que vivir en un bunker.

Como verás, mi carta de este año, fue muchísimo más breve y con menos exigencias que todas las anteriores. Lo hago para facilitarte la búsqueda de mi media naranja.

Ahora, queridísimo Noel, te digo algo:

No te sientas mal, si una vez más no consigues cumplir mi pedido.

El perfume y la agenda que me dejas todos los años, también son bienvenidos.

Besos.

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