terça-feira, 12 de junho de 2012

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Estaba leyendo una novela y el nombre de uno de los personajes me llamó la atención.
Jonás.
Fue solo leerlo y los ojos se me llenaron de lágrimas.
Que recuerdos tan tristes me trajo.

Una vez estaba caminando por la floresta y encontré un nido de una especie de gallina silvestre acuática. Pocos minutos antes, me había cruzado con unos cazadores y recordé que uno de ellos llevaba todo orgulloso como trofeo de caza, una gallineta muerta.
Segurito que el nidal era de ella.
En el nido había 5 huevos. Con mucho cuidado los recogí y fui corriendo hasta casa, donde los puse entre una camisa vieja de invierno y cerquita de una lámpara de 100W.

Todas las mañanas antes y después del trabajo, pasaba largo tiempo mirándolos para ver si notaba algún movimiento. Creo que fue al quinto o sexto día que me llevé la gran sorpresa: Uno de los huevos tenía un agujerito. Siiiii!!!! Estaba naciendo un polluelo!!!
Yo no sabía que hacer. Si lo ayudaba a romper totalmente la cáscara o dejaba que la naturaleza siguiera su curso.

Fue enfrente de mí que nació Jonás. Fue el único de los 5 huevos que consiguió salir del cascarón.

Nos adoptamos mutuamente.

Al principio era difícil alimentarlo. Adoraba lombrices y también harina de maíz con leche. A la semana ya era un campeón. Le encantaba tomar baño en la laguna y comerse los pececitos chicos.
Tan educado estaba, que sabía que no tenía que hacer sus necesidades dentro de casa. Donde yo iba....Jonás me seguía. Hasta una vez lo llevé al empleo para que lo vieran mis colegas, ya que había muchos que dudaban de las historias sobre mi “hijo”.

Hablando de empleo, mis cosas comenzaron a ir mal. Tan mal que quedé desempleada.
Recuerdo que era a Jonás que le contaba mis males y hasta parecía entenderme. Yo lloraba y él se acurrucaba en mi falda como dándome consuelo.

Me acuerdo de aquella tarde como si fuera hoy.
Ya tenía 3 meses sin trabajar y estaba llena de deudas. Sin crédito, sin nadie que me prestara algún dinero hasta salir del pozo.

Jonás parecía acompañarme en el sufrimiento.

Seguía tan obediente...Era solo gritar su nombre y allí venía contento a que yo lo alzara y abrazara.
Aquella tarde fue la última vez que respondió mi llamado.
Jonaaaaaas..!!!!!

Vino... y me lo comí con papas.


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