quinta-feira, 12 de abril de 2012

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Realmente el auto estaba pésimamente estacionado.
Arriba de la calzada, impidiendo el paso de los peatones, que tenían que bajar a la calle para poder pasar. Obviamente con el riesgo de ser atropellados y sin tener nada a reclamar.
Cuando salgo de la tienda, veo al guardia de tránsito escribiendo una multa.


-Para ahí amigo. No me multe. Lo dejé así porque eran solo 10 minutos.


El guardia imperturbable, continuaba llenando la papeleta.


-Estás loquito para que te ofrezca una propina, no? Pero no te voy a dar nada. Vive de tu sueldo como vivo yo. Uds. Son todos unos coimeros.


Seguía escribiendo como si oyese llover.


-Te crees muy importante, no? La Prefectura te da una libretita, una moto y una campera de cuero y te sientes Peter Fonda, no? No te da vergüenza ser menos hasta que un policía? Ni un arma te dan.


Esa parece que le dolió. No dio ni dos pasos y vio los neumáticos delanteros bastante gastaditos....Otra multa!


-¿Qué se siente estar en el escalafón más bajo de los multadores? Seguro que ni el radar sabes leer, por eso te tienen con ese uniforme ridículo, al rayo del sol todo el día. Si yo fuera hombre, ya sabes dónde te hubiera metido esa libretita, no? Lo más cómico es que tengo muchos amigos en la Prefectura, y todo eso que estás escribiendo, va a la basura. Yo no pago multas.


Un nuevo paseíto, y ve que el señalero trasero izquierdo está quebrado el plástico. Otra multa!


-Ya te ganaste el día, no? Qué orgullosa debe quedar tu mujer cuando le cuentes esto! ¿Quieres una lupa para ver si encuentras otro defecto?


No sé que otra cosa encontró, pero sé que llenó otra boleta.
Casi arranca el limpia parabrisas, al poner tantas multas debajo.
Se subió a la moto y se fue mansito. Pese a que estaba de espaldas y con casco, adiviné una sonrisa de satisfacción.


Yo también quedé muy satisfecha.
Siempre había tenido ganas de decirles todo lo que pensaba de ellos. Pero no me animaba, porque ellos con la libretita en la mano...Son terribles!

Mientras caminaba las dos cuadras hasta el estacionamiento -donde había dejado mi auto-, también me sentí vengada. Pero con el imbécil del propietario del auto, que lo había dejado molestando a todo el mundo, va a tener que venderlo para pagar tantas multas.

 
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