sábado, 11 de fevereiro de 2012

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Cómo me gustaría que estuvieran ahora a mi lado, todos los jueputas que me pusieron impedimentos en mi carrera, piensa el Negro Fernández. Solo él en los controles de aquel moderno bombardero, cargado al máximo de cohetes aire-tierra y poderosísimas bombas.
Su misión además de ultra-secreta, era de grandísima responsabilidad y muy peligrosa.

En su adolescencia, se presentó como voluntario en la Fuerza Aérea. Quería estudiar y llegar a ser piloto. Ese era su gran sueño.
En el examen de admisión, ya encontró el primer escollo. Le faltaban dos centímetros de estatura para llegar al mínimo permitido. No fue aceptado.
Su madre comenzó a trabajar el triple. Además de lavandera, consiguió un empleo de doméstica en la casa del Dotó y luego atendiendo un almacén en otro barrio. Las vitaminas, la academia de gimnasia y una buena alimentación para su hijo, tenían un costo muy alto. Pero ella tenía que ayudarlo para que el próximo año, consiguiera llegar a la estatura necesaria, para que fuera piloto de la Fuerza Aérea Brasilera.
Mientras tanto, el Negro Fernández estudiaba y estudiaba. Álgebra, historia y física. Escritores nacionales y extranjeros ya hasta de memoria recitaba sus textos.

En la pantalla aparece el blanco a 100 kilómetros de distancia. Fernández venía volando casi a ras del suelo para no ser detectado por los radares del enemigo. Abre el compartimiento de las bombas que soltará bien encima de la represa. Exactamente a 10 km. del blanco, lanzará primero sus misiles apuntando bien al medio, para herir su blanco. Las bombas harán el resto.

Fernández se presentó tranquilo al nuevo examen de aptitud física. Había conseguido crecer 2 centímetros arriba del mínimo. Corrió los 1.500 metros en la pista como un gamo, nadó los 2 mil metros rompiendo casi el récord, fue un paseo nadar los 100 metros a pulmón por debajo del agua. El Negro Fernández estaba apto físicamente para ingresar a la Fuerza Aérea. A la semana siguiente, serían las pruebas orales y escritas sobre conocimiento en todas las materias.

60, 40, 20, 10 kilómetros y el Negro Fernández apretó el botón.
Los 4 misiles salieron simultáneamente y con precisión increíble acertaron de lleno en la represa. Inmediatamente, observó la pantalla y en 7 segundos tendría que soltar las bombas.

El día del examen, Fernández notó algo raro. Del grupo de aspirantes, solo él fue llamado al escritorio de un teniente y allí se le entregó el formulario con las preguntas para que comenzara ahí mismo a contestarlas.
Ecuaciones de segundo grado...Geometría del espacio...Cosmografía... Pero esto no era lo que había estudiado. Eso no estaba en el programa de pruebas. ¿Qué estaba pasando?
De las 30 preguntas, solo consiguió responder 3 o 4.
Fernández no contuvo las lágrimas.

El altímetro indicaba que estaba volando exactamente como tenía que hacerlo. El GPS le marcaba que estaba en el punto correcto. En el instante que el conteo acabó, el Negro Fernández dejó caer la lluvia de bombas. Dio un giro de 180 grados y observó como el blanco había sido destruido en su totalidad. Era la hora de volver a casa con la satisfacción del deber cumplido.
Si esos cabrones que no querían que yo fuera piloto, estuvieran ahora mirando esto!!!, pensó con orgullo.

El Teniente se compadeció del llanto tristísimo de Fernández. Salió detrás de su escritorio y le pasó el brazo por arriba del hombro.
-Fernández....Fernández....Le voy a ser bien sincero, aunque le duela lo que le voy a decir. Desista. Puede quedarse en la Fuerza Aérea como mecánico, o como radio operador de torre, pero aquí nunca un negro llegará a ser piloto. No está escrito, pero aquí en Brasil es así. Disculpe.

Una luz roja y una alarma, saca a Fernández de sus pensamientos.
Un caza enemigo está bien atrás de él. Será una batalla desigual. El tiene un avión bombardero, más pesado y lento que el caza que lo persigue. Hace una maniobra de despiste pero no lo consigue. El intuye que ya está a punto de ser derrumbado sobre territorio enemigo. Inventa una maniobra desesperada. Hace como que va a descender, pero aplica toda la fuerza de sus motores y hace un giro totalmente inesperado para el otro piloto. El bombardero parece que se va a quebrar en pedazos por el esfuerzo, pero aguanta. En poquísimos segundos la maniobra da resultado. Fernández ve al enemigo en su frente que todavía no logra salir del asombro. El negro aprieta el gatillo de sus ametralladoras y el caza desaparece de la pantalla del radar.
-Y esos maricones que decían que no estaba apto para volar!!!

Fernández siente vergüenza de volver a su casa. Vergüenza de su país. De enfrentar a su madre y decirle que todo fue en vano. Y lo que es peor, llega hasta maldecir su color.

Dos nuevas luces aparecen en el radar.
Ya sin combustible ni munición, no podrá dar nueva batalla. Baja la altitud e intenta un aterrizaje forzoso bajo el fuego nutrido del enemigo.
En la pantalla del Negro Fernández aparece un cartel titilando: Aborted Mission.

Con la camisa mojada de transpiración por el esfuerzo y la tensión, arrastrando los pies y buscando algunas monedas en su bolsillo, le pide a una persona que está detrás de un mostrador otra ficha para el simulador de vuelo.

Ah... si me hubieran dado una oportunidad...!!!


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