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Si Ud. está en un buen empleo y de repente aparece una oportunidad mejor, muchos piensan: ¿Cómo lo va a tomar la actual empresa? ¿Cómo será el efecto a medio plazo en mi carrera? Si nunca pasó por esta situación, le aseguro que se le presentará.

De cada diez “amigazos” que tenía en su ex-empresa, nueve no le contestarán los e-mail, o le mandarán decir que están en una reunión. ¿Cuales son esos nueve? Solo lo descubrirá después que se haya ido.

Palabras que Ud. nunca antes escuchó, -como ingrato, mercenario- pasarán a acompañar su nombre en las conversaciones informales. En el caso que haya cambiado de empleo a una empresa de la competencia, el adjetivo usado será traidor!. En la mejor de las situaciones, su nombre nunca más será mencionado, como si nunca hubiera trabajado ahí.

La mayoría de sus realizaciones personales, serán atribuidas a otro, o al sistema. Lo que antes era mérito, virará defecto.

Su ex-empresa quedaría muy alegre si no le va bien en su nuevo empleo. Él será el mejor ejemplo a ser usado constantemente, para demostrar que salir de esta empresa, es un error.

¿Es válido llorar a la salida, jurar amor eterno, dejar las puertas abiertas?

Si fuera una empresa profesional, manifestaciones sentimentales como esas, no tendrían ningún sentido. En empresas “emocionales”, declaraciones del tipo –“Yo adoraría quedarme, pero tengo que irme”, suenen demasiado falsas y hasta ofensivas. Lo mejor es salir tranquilito.

La última pero súper importante: Nunca, en circunstancia ninguna, hable mal de su ex-empresa. Hay veces que el mercado de trabajo se queda mudo, pero jamás se quedará sordo.

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