En el año 47 antes de Cristo, el Emperador romano Julio César, derrotó los aliados del General Pompeyo en la batalla de Ceo.
Interrogado de cómo había conseguido una victoria tan arrasadora, en una batalla que antes de comenzar daba la impresión que sería mucho más complicada de lo que realmente fue, Julio César resumió todo en tres palabras: “Veni, Vidi, Vici” (Vine, Vi, Vencí).
Ya los aliados de Pompeyo para explicar la derrota, tuvieron que apelar para una infinidad de detalles. Por ejemplo: El ejército de Julio César, tenía un número mayor de soldados. Estaba mejor armado y entrenado. Tenía espías infiltrados dentro de nuestras tropas, que le dieron a Julio César informaciones preciosas de nuestros puntos flacos. Además de esto, Julio César tenía una estrategia, planificada con antecedencia que fue ejecutada con perfección. Y para completar, había prometido a sus soldados un premio por la victoria, llamado de “bonus”, lo que motivó todavía más a la tropa.
Los soldados del derrotados Pompeyo, apenas confiaron en el entusiasmo de su líder, sin recibir la menor explicación de lo que se irían a encontrar a la hora del “vamos a ver”.
Como Julio César demostró hace más de dos mil años, cuando existe una planificación perfecta y una buena ejecución, la victoria puede ser resumida en esas tres famosas palabras.
Ahora... quien cree ciegamente en las palabras y las promesas del líder, y cumple las órdenes sin saber para donde está yendo, ni lo que va a enfrentar y sin pedir explicaciones, casi siempre acaba siendo derrotado.
Para que cualquier funcionario pueda saber en que tipo de empresa está trabajando, -si es una empresa del tipo de Julio César o del tipo Pompeyo- es muy fácil.
La empresa tipo Pompeyo no explica nada antes, pero después de la derrota, es especialista en encontrar muchas y bellísimas disculpas.
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