No sabía que mi patrón tenía un hijo chiquito. Entró en mi oficina y me lo sentó en la falda, acompañado de un amistoso: Hazte cargo de “esto”.
Lindo el nenito.
Con el puño cerrado atacó las letritas de mi teclado (le encantó el ENTER y la barra espaciadora), me desparramó todo lo que tenía sobre el escritorio y experimentó el sabor de cada lapicera que encontró.
Por supuesto que yo no se lo podía impedir. Sin sarcasmo alguno, simplemente pensé que estaba haciendo un balance de su patrimonio.
Yo contenta como una tía.
Después de todo, solo sabe decir “papá”.
Todavía faltan algunos años para escucharle: estadespedida o noseaimbécil.
Lindo el nenito.
Con el puño cerrado atacó las letritas de mi teclado (le encantó el ENTER y la barra espaciadora), me desparramó todo lo que tenía sobre el escritorio y experimentó el sabor de cada lapicera que encontró.
Por supuesto que yo no se lo podía impedir. Sin sarcasmo alguno, simplemente pensé que estaba haciendo un balance de su patrimonio.
Yo contenta como una tía.
Después de todo, solo sabe decir “papá”.
Todavía faltan algunos años para escucharle: estadespedida o noseaimbécil.
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